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¡Todo o nada! De la restricción a la compulsión alimenticia

16 de septiembre de 2020
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¡Todo o nada! De la restricción a la compulsión alimenticia

“¡Mañana empiezo la dieta!”

“De perdidos, al río...”

Estas son expresiones que oímos de personas que desean perder peso.

Pero, ¿por qué cuesta tanto empezar una dieta?

¿Por qué siempre dejamos ese paso para un “mañana” que no acaba de llegar?

Normalmente, la palabra “dieta” está asociada a la restricción alimenticia, a pasar hambre... Sin embargo, el término “dieta” deriva del griego díaita, que significa dieta, régimen alimenticio, y se define como un régimen alimenticio que satisface las necesidades individuales de cada persona. Este régimen puede resultar en una restricción del consumo de ciertos alimentos y/o en la reducción de la cantidad de otros con el objetivo de perder peso o por cuestiones de salud. El término dieta fue popularizado en el ámbito hospitalario, en el cual las comidas son poco condimentadas, pobres en grasa, bajas en calorías y de fácil digestión.

Muchas personas, cuando inician un programa de pérdida de peso, piensan en la palabra dieta como algo doloroso, penoso y sin sabor. Creen que para perder los kilos de más deben pasar hambre... Pero, ¿es esto cierto?

Veamos:

El organismo humano es una máquina perfecta. Sabe lo que es mejor para cada uno. Por eso, siempre tenderá a compensar aquello de lo que lo privamos.

Intenta aguantar la respiración durante 60 segundos. 1, 2, 3... 55... 60.

Después de este tiempo de restricción de aire, tu organismo tendrá carencia del mismo, por eso al principio cuando vuelves a respirar, es una respiración jadeante. Cuando los niveles de oxígeno vuelven a equilibrarse, la respiración vuelve a su ritmo normal.

Con la alimentación ocurre exactamente lo mismo.

Pasar días, semanas o incluso meses con restricción alimenticia hará que tu organismo sienta carencia y, tarde o temprano, entre en estado compensatorio (el famoso “de perdidos, al río.”). Recuperarás los kilos que tanto te costó perder, y normalmente siempre vienen acompañados de algún kilo extra...

Largos períodos de restricción alimenticia pueden traer numerosas consecuencias:

  • Disminución del metabolismo
  • Reducción de la energía
  • Hambre constante
  • Mayor irritabilidad y mal humor
  • Obsesión por la comida

Antes de que te des cuenta, estarás comiendo de tal manera que no tendrás tiempo para respirar porque estarás engullendo comida y perdiendo el control de lo que comes y cuánto comes.

Al igual que cuando privamos a nuestro organismo de aire y llega un momento en el que necesita oxígeno, con la comida ocurre lo mismo.

Esto no es debilidad ni falta de motivación. ¡Es un instinto de protección!

El organismo, al necesitar energía, hace que el cerebro solo tenga pensamientos y deseos relacionados con determinados alimentos. Por norma, estos alimentos poseen un alto contenido calórico y una gran cantidad de azúcar, ya que son alimentos que reponen rápidamente las reservas de energía.

¿Has visto alguna vez un coche que se mueva sin ningún tipo de combustible? Nuestro organismo también necesita “combustible” para funcionar correctamente, y este combustible solo se obtiene a través del consumo de alimentos. Las dietas muy estrictas pueden no proporcionar el combustible necesario y, tarde o temprano, el organismo reclamará y exigirá su energía.

Tras uno o varios episodios de compulsión alimenticia, del “de perdidos, al río”, aparecen los sentimientos de culpa, de fracaso y, nuevamente, el pensamiento “mañana empiezo la dieta”. Volvemos a comenzar el ciclo de nuevo, un ciclo de ansiedad y frustración que, aparte de una mala relación con la comida, nos premia con un indeseado efecto yoyó.

STOP: Paremos el ciclo. ¡Viva el equilibrio!

Sí, es posible comenzar a tener una mejor relación con la comida, mantener el equilibro y conseguir resultados duraderos.

Por eso, es importante:

  • Tener paciencia y persistencia: los hábitos no se cambian de la noche a la mañana.
  • Saber si sentimos hambre emocional: aprende a oír tu cuerpo e intenta percibir si lo que sientes es hambre física o emocional.
  • Tomar alimentos naturales: dale preferencia a los alimentos naturales y tu organismo te lo agradecerá.
  • Masticar bien los alimentos: el mundo no se va a acabar mañana. Saborea cada momento, cada alimento, cada comida. Experimenta dejando por un momento los cubiertos a un lado, cerrando los ojos y concentrándote durante unos segundos en la textura y el sabor de lo que estás comiendo y el placer que te aporta.
  • No saltarse comidas: no te saltes ninguna comida. No pases más de 3 horas sin comer. Lo importante es no pasar hambre en ningún momento del día. Tener hambre es señal de que nuestro organismo está desesperado y necesita energía. Hacer varias comidas a lo largo del día facilita el control del hambre, evita episodios de compulsión alimenticia y ayuda en la pérdida de peso.
  • Beber agua: la hidratación es esencial en la pérdida de peso.
  • Evitar la rutina: dale color y sabor a tus platos. No siempre necesitan ser cocidos o asados. Dale alas a tu imaginación y aliméntate con placer.
  • Seguir el Programa FIT6: diseñado para que exista un aporte de energía constante y con novedades alimenticias en cada una de las etapas para que no caigas en la rutina y tu organismo no entre en modo “carencia”. Activa tu metabolismo constantemente para que pierdas peso de manera continua y duradera.

No dejes para mañana el cambio que puedes hacer hoy.

Comienza el Programa FIT6 ahora y obtén el equilibrio alimenticio.